Uno, Dos, Tres

La primera vez que vi esta película me la pusieron en una clase en el Instituto. Me enamoré de Wilder. Me enamoré del cine clásico, que si bien me gustaba, me di cuenta que había muchas joyas por descubrir.
Una película que no solo te hacía reír, sino que te hace reflexionar sobre todo. Sobre la política y reírte de todas sus formaciones y todos somos retratados: Ideólogos de izquierdas, radicales comunistas envidiando el capitalismo, capitalistas sin alma que solo buscan la riqueza, el retrado de la absurdeza nazi,… todo tiene cabida en esta película. La ideología sobre las personas y un maldito muro que nos separa. Y si hay un director de cine con licencia para hablar de ideologías, este es Wilder, ya que perdió a su madre, a su abuela y su padrastro por el nazismo. De hecho, solo su longevidad hizo que no dirigiera “la lista de Schindler” . Aún así, como bien le dijo a Trueba, fue la película que más veces ha ido al cine a ver. Decía que buscaba a su madre en la cinta.

No cabe duda que Billy Wilder se lo pasó en grande haciendo una revisión de las ideologías contemporáneas del hombre. Que se lo tuvo que pasar en grande dirigiendo a James Cagney, todo un conservador norteamericano muy contrario a los pensamientos del director pero que disfrutó moldeándolo para interpretar su reflejo del capitalismo.

Mencionar que Horst Buchholz tuvo un accidente de coche en Múnich casi finalizando el rodaje de la película que casi le cuesta la vida, al ir borracho conduciendo. Dio muchos problemas a la producción y acabó el rodaje en EEUU.

En conclusión, estamos ante una película divertidísima, con un ritmo trepidante que no te deja respirar. Da el pistoletazo de salida, y el ritmo frenético te correrá por las venas.

Una película para ver una, dos, tres y más veces.